jueves, 3 de diciembre de 2015

Entre Géminis y Leo

Día uno.

Me despierto el domingo, son las 7:30 y hay silencio en casa. Me duele todo; espalda, cadera, muela, garganta...cuello.

Comenzó el jueves, y ayer se lo dije a Marysa. Tenía hinchado todo el lado izquierdo, como si me hubieran dado un golpe. Inclusó pensé que me algún día había atado mal el casco de la moto y con el viento se me había irritado ese lado.

En el espejo veo que está peor, más gordo, y despierto a la vecina: “-Me voy a urgencias, creo que tengo una infección en el cuello porque sigue hinchado”. Me responde, más dormida que despierta, valecariñounbeso.

Habíamos quedado con unos amigos en ir a ver un museo, con nuestras hijas y la de ellos. Me daba tiempo de sobra, acercarme al hospital, que me miraran, me dieran la receta de la amoxicilina de turno, y volver.

Antes de llegar, me paro en un “Viena” a desayunar. Estoy enfermito, así que nada de régimen. Cruasán y cortado (con sacarina, eso sí). Y El País, el único periódico que aquí siempre esta libre.

No hay apenas cola, esto va bien. Le mando un whatsapp a Marysa, ya me han hecho el triaje y son las 9 de la mañana.

El médico, que es calvo, enjuto, sonriente, cicatrizado y narizón, un poco Freddy Kruger, me trata de usted tres segundos; cuando ve que soy un payasete sonríe y pasa al tuteo. Me hace pasar al Box 2, donde la enfermera abre una vía en el brazo izquierdo, extrae sangre y dice que me va a hacer un tac porque no tiene claro que lo del cuello sea una infección.

Primer problema; como he desayunado hacia las 8 de la mañana dice que hasta las 14:00 no me lo pueden hacer. Aviso a Marysa que no iré al museo, me cago en mi hambre y me armo de paciencia.

.Un poco antes de esa hora aparece el caminero, me hace sentarme en una silla de ruedas y me lleva a radiología. Allí preguntan a qué hora he desayunado, y de vuelta al box a esperar una hora más.

En todas las horas que estuve allí, salía cierto tiempo a fumar. Tenía que alejarme más allá del parking, pues está prohibido junto al hospital.

Por fin me llevan, esta vez sí, a hacer el tac. Tomografía axial computerizada, dice wikipedia. Es como un tunel con ruido. Dura poco tiempo, unos 10 minutos; pregunto al acabar y me dicen que un una hora más o menos estará el resultado.

Son ya las 4 de la tarde, y no llega. Y tengo mucha hambre, se lo digo a Freddy Kruger y encarga comida para el enfermo. No está mal, la devoro en pocos minutos.

Y ya las 5, y nada. Y las 6. Ya no sé qué hacer, y Kruger intenta no pasar por el box para que no lo asalte.

El móvil decide que ya es hora de apagarse, han sido muchas horas de apalabrados, meneame, periódicos y whatsapps. Muere.

Por fin viene, acompañado de dos enfermeras. Dice que me tiene que ingresar, y que llame a mi mujer, y que luego me explica. Me acojono. Mucho. Voy a centralita a llamar a Marysa, ahora viene. Con las niñas, no hay tiempo de buscar un amigo que se quede con ellas. Le pido que traiga pijama, ropa interior y el cargador del móvil.Vuelvo al box y casi asalto a Kruger.
  • Mira, en el tac se han visto unos bultos. Tienen mala pinta.
  • ¿Cáncer?
  • Sí. Pero no te vengas abajo, ahora mismo estás en una cuerda floja, al 50%. Te ingresamos unos días, te sacarán una muestra para ver si es maligno. Lo siento.

Se me cae el mundo encima. Mucho. Supongo que estoy blanco, las enfermeras se acercan y dan ánimos. Me levanto, se me ha acabado el tabaco, pido y mi sepulturero me da un Winston. Salgo a fumar. No sé qué pienso, solo que no quiero que lo que me ha dicho sea verdad.

Espero a Marysa y las niñas, sin parar de andar de un lado a otro. Llegan. Sonrío. Hablo un poco con ellas, viene Kruger y se lleva a mi mujer mientras les cuento a mis enanas lo que me han hecho, les pregunto cómo ha ido en el museo, mucho más aburrido que el de dinosaurios. Solo mirarlas se me nublan los ojos, no puedo dejarlas solas. No, tan niñas. Y quiero ver cómo crecen, quiero estar a su lado cuando se hagan mujeres, cuando vayan a la universidad, quiero quiero quiero muchas cosas que igual no podré. Me cuesta horrores mantener la sonrisa, pero lo consigo delante suyo.
Llega mi mujer, con los ojos llorosos y 10 años más. A ella se le nota, no puede disimular. Quedamos en hablar por la noche, cuando se duerman las niñas, y se van a casa. Es tarde, tienen que cenar y dormir, mañana al cole, la rutina sigue. Pero yo tengo cáncer, un bulto en el cuello.

Mando un whatsapp a mi hermano con el móvil enchufado, “llamame”. Viene un camillero y me sube a la 1708. Es casi igual al pin del teléfono. Hablo con mi hermano. A los tres segundos de colgar me llama mi hermana, enfermera. Le explico y me dice que tranquilo que en esa zona se curan casi todos. Los cojones, yo lo que quiero es no tener nada. Irme a casa. Despertarme de la pesadilla.

Intercambio whatsapps con Marysa, por fin se duermen las niñas y le llamo. Le hago explicarme lo que le ha contado Kruger, pues tengo miedo de que realmente me queden unos días, o meses, o años, y no me lo hayan contado, como en las películas. Me repite casi textualmente lo mismo que me contó a mí, eso me tranquiliza. Lloramos, nos mandamos besos, nos queremos.

La tele del hospital va con dinero, hay que bajar a la planta baja y pagar, casi 6 euros por 24 horas. Mando a la enfermera con cambio, y por fin tengo algo que me distraiga. Bueno, no. Cáncer, quimio, plazos, niñas, seguro de vida, menos mal que tengo dos, justo me pilla en el paro por primera vez en mi vida, excesos, alcohol, porros, tabaco, muerte. Lógico, aunque solo tengo 46 años los excesos se pagan, coño. No digas que no lo sabías.

La enfermera me trae un tranquilizante, lo dejo en la mesilla. Estoy muy cansado, a medianoche me acuesto y cierro los ojos.